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EL PUENTE

Al otro lado de la mole de edificios a los que da mi ventana existe un camino que no me canso de andar; no es un camino de baldosas amarillas ni hay un conejo mirando su reloj maldiciendo la hora a la que ya llega tarde; no es un camino de rosas andarlo, no lo fue la primera vez, tampoco lo es ahora que el tiempo les ha podado las espinas, que ya no se clavan en mi piel, pero aún así sigo sangrando a pesar de que las heridas cicatrizaron; cicatrizaron, sí, y la humedad del otoño recuerda su existencia con el escozor de la supuración. No es fácil echarse a andar, separarse de la ventana y caminar, sabiendo a donde me dirijo y lo que allí me espera. El recorrido no es largo, pero se hace complicado; aún así aligero el paso atizado por un dolor que parece menguar con cada uno. Un pie haca adelante, despues el otro, me acercan al puente.
Es un puente corriente, más bien funcional: no hay árboles a la vista salvo si echas la mirada hacia atrás, la barandilla es de algún metal frío e inerte (cumple su cometido), y el ruido de los coches al pasar desangelarían cualquier atisbo de pararse y observar el mundo alrededor, de encontrar allí un recodo de paz o tranquilidad que dejase pensar y recordar, las farolas iluminan sin encanto. Es el lugar más indicado si queremos representar las prisas y la frialdad de la sociedad actual, y toda su basura catódica. Pero es allí, donde encuentro cinco minutos que se me hacen quince entre un par de cigarros, y los recuerdos; es allí donde aún estás conmigo. Quiero mirar a mi izquierda y encontrar tus ojos; pero la luna nunca me concede los deseos que le pido.

1 comentario

vernis -

algun dia nos fumaremos un cigarro en ese, nuestro puente